Recuerdo especialmente aquel octubre del ´83. Los sentimientos se leían en el aire. Las palabras competían y se adueñaban de los espacios después de tanto silencio. Los partidos políticos tenían sus puertas y ventanas abiertas y chorreaban consignas que alumbraban un destino: la democracia!. Y sus plataformas eran la Biblia momentánea de las misas callejeras. En los colegios, en los bares, en la facultad, en las fábricas, en los gremios todo era una buena ocasión para ganar un voto. Y la fuerza de tantas ganas pudo más que la pila de tantos odios. Así fue aquel octubre en Argentina. Sólo veintiocho años nos separan de aquel profético anhelo que sigue intacto…”con la democracia se come, se cura, se educa”…Aquella Argentina debió contagiar su democracia hasta hacerla un bien común. Y lo hicimos. Las palabras convincentes, pueden más que los fusiles, por eso los cobardes silencian a sus víctimas. Hoy a una semana de las elecciones de este octubre, la pasión está de sobremesa, aletargada. Qué nos está pasando?..Por qué pareciera que enajenamos nuestra alegría?… Si es porque lo sentimos cotidiano, su bendita persistencia no puede borrar la magia de la ceremonia. Votar, elegir, creer, consentir, inaugurar una ilusión, todo eso y mucho más en un acto único, privado, personal y a la vez colectivo.
Esta Argentina debe proyectar sus desafíos y contagiarlos. Es la ausencia de los partidos políticos la anemia que carcome el entusiasmo y que peligrosamente atenta contra su principal sostén: las ganas de elegir y ser elegido? … Días atrás el Dr. Bernardo Pons Estel, me contaba para sorpresa de mi ignorancia, que en la vida de un ser humano los huesos se renuevan a sí mismos siete veces. Silenciosamente en este caso, el maravilloso engranaje de la vida en nuestra biología, se repara a si mismo para seguir sosteniéndonos. Hoy, siento que es imprescindible que utilicemos los mecanismos que ofrece la política para que el maravilloso engranaje de la democracia se repare a sí mismo para seguir sosteniéndonos.
Así como pienso en la implicancia que en el desánimo masivo tiene, la ausencia de los partidos políticos; también creo que en esta oportunidad los distintos candidatos, especialmente de las oposiciones, erraron en sus apreciaciones. El delay les jugó una mala pasada. Los ganadores del 2009 encararon este hoy con aquella foto. Los requerimientos y expectativas de aquel electorado no parecen guardar relación a los actuales. En el caso del peronista disidente Duhalde, trabajó desde su Fundación sobre políticas de estado pero, al mejor estilo Guillermo Moreno quiso sacar patente de guapo en vida del ex presidente Kirchner, con aquello de “el que trajo al loco…”. Tanta energía consumió en esto, que cuando quiso mostrar su proyecto era tarde. Ricardo Alfonsín gozó y sufrió los vaivenes de la opinión pública. La muerte de su padre y su parecido físico y su inflexión en la voz, lo ubicaron en una expectativa que cual castillo de naipes, no resistió los vientos del electorado. Hermes Binner es un caso aparte dado que gobierna una de las tres provincias más importante de Argentina, por lo tanto su inserción presidencial se apoya en el producto Santa Fe. Otro gobernador, Rodríguez Saa, también exhibe las bondades de su provincia. No obstante, ninguno logró contagiar esas ganas militantes que “convierten en milagro el barro”.
La Presidente tiene la facultad de decir y hacer, es gobierno. Y para ser honestos, muchas de las políticas mencionadas y ejecutadas, impactan positivamente en el electorado. Es de esperar que en su próximo gobierno tenga la voluntad y la decisión de combatir la corrupción. Dado que dos motivos son centrales para esta batalla. Uno de ellos es sencillamente, porque donde hay corrupción hay injusticia porque el más perjudicado siempre es el que menos tiene.(la corrupción se queda con la comida de alguien, con los remedios de alguien, con la vivienda de alguien, con la vida de alguien…) Segundo, y no menos importante, la corrupción también es un elemento que carcome el entusiasmo de la ciudadanía.
Es octubre, y como todos los octubres de estos últimos veintiocho años, creo y me emociono con mi voto: acto único, irrepetible, personal y colectivo.