Se supone que el fuerte del presidente Mauricio Macri es el fútbol. Boca le permitió trascender y luego ascender en la política. Así como dijo que el control de la inflación era prácticamente un juego de niños. También dijo que sería juzgado por el número de personas pobres a las que les devolvería su dignidad. Expresó oportunamente que con su apellido, sinónimo de la nueva política, los inversores del mundo harían fila para venir a Argentina. Sobre los jubilados aseguró que con la ley sancionada e impulsada por su Gobierno no perderían en la actualización de sus haberes; este año el 70% de los jubilados pierde el equivalente a dos haberes. También aseguró que en su país Boca y River podrían enfrentarse con la presencia de ambas hinchadas. Hasta aquí parece un presidente que no reflexiona, ni consulta, ni analiza antes de hablar.
La seguridad en el encuentro final Boca-River, insisto, de esto debiese conocer por su experiencia como presidente exitoso de Boca, fue inepcia pura e impunidad explícita. Por supuesto que a esto se le debe sumar una sociedad con mojones cada vez más grandes de violentos. (Cuando la educación se deteriora y el trabajo desaparece, este es un efecto no deseado de malas políticas agravadas en su malestar durante esta gestión). Las hordas que se vieron el sábado último abandonaron la palabra reemplazándola por la violencia.
También es cierto que el fútbol solo es negocio, con algunos virtuosos del juego de la pelota que lo mantienen. El fútbol dejó de ser en Argentina aquel espacio donde se disfrutaba en familia y, en tiempos de la dictadura, la política encontraba un lugar de reunión. El fútbol hoy es trampa, drogas y cómplices. No solo la policía lo es. Los dirigentes son los principales responsables.
También es cierto que en nuestro país las fábricas tienen un 45% de capacidad ociosa y la mano de obra en condiciones de trabajar está ocupada al 50 por ciento. Esta situación aumenta la susceptibilidad, la violencia, la agresividad y la irritabilidad. Lamentablemente el G20 le pisa los talones en su proximidad a este acontecimiento. El canciller Jorge Faurie ha mencionado que hace un año y medio el Gobierno viene trabajando sobre la seguridad de esta cumbre. También es cierto que la ministra Patricia Bullrich aseguró que podían con el control del encuentro final de la Libertadores.
De esta cumbre los analistas internacionales coinciden en que es casi imposible un documento final, sí acuerdos bilaterales. Algunos, como el ex vicecanciller Andrés Cisneros, sostiene que se viene un G2 o un G3, ya no un G20 (Estados Unidos-Rusia-China). Al ex embajador Abel Posse le preocupa la oportunidad perdida por México, Brasil y Argentina de formalizar una zona de reserva de acervos culturales. Todos saben que lo peor va a estar en la calle, así fue en Génova, en Hamburgo y la calle es responsabilidad del Gobierno argentino. Marcos Novaro me decía: "Si las cosas salen mal, el presidente Macri estará doblemente comprometido porque debe demostrar que puede controlarla".
Seguramente la semana próxima analizaremos lo ocurrido con el G20. Argentina parece geografía abandonada por los deberes no hechos de la política e instituciones, seguirá su derrotero hacia el 2019.
La recesión fue confirmada técnicamente, seis meses sin crecimiento, recesión violenta donde la gente no consume, pero nada impide que aumente el valor del dólar. Claramente opera la desconfianza. La falta de políticas a mediano y largo plazo produjeron que el enorme esfuerzo realizado por la población a la hora de amortizar con su bolsillo la baja de subsidios del Estado en los servicios de gas, electricidad y transporte, donde el usuario llegó en mayo del 2018 a hacerse cargo del 60% de este costo; por efecto de la devaluación y porque el Gobierno no negoció con las empresas la suba del dólar, ese esfuerzo se dilapidó. Los ciudadanos lo siguen sintiendo gravitantemente en la economía hogareña y el Gobierno duplicó el subsidio a las tarifas.
La Argentina 2019 a hoy no hace explícita una alternativa para evitar votar entre dos fracasos: Mauricio Macri y Cristina Kirchner. El peronismo no cristinista no ha definido aún un candidato, quien debiese ser presentado en sociedad en un tiempo no muy lejano, entre otras cosas, porque las provincias definen sus candidatos mucho tiempo antes que la nación. La reunión del ex ministro Roberto Lavagna con la plana mayor del sindicalismo argentino despertó el interés en los sectores que piensan que el cuerpo social de esta Argentina tan lastimada debe comenzar con una concertación social y alguien que sea capaz de convocarla, y cuya columna vertebral sean políticas para lograr la ocupación de los sectores ociosos.
Un año para la política es mañana, para la gente son 365 días.
Política en Santa Fe
La geografía política santafesina sigue presentando una realidad de tercios. Lo novedoso es que todos los espacios tendrán su interna. El FPCyS llevará a las PASO al ex gobernador Antonio Bonfatti y a un candidato del gobernador Lifschitz, queda claro que Bonfatti no lo es.
En el caso de Cambiemos, el intendente santafesino José Corral disputará con el diputado Federico Angelini, aunque cree Corral que puede llegar a un acuerdo con su contendiente.
En el peronismo si la interna mantiene los tres sectores, puede tener más chances el senador Omar Perotti. María Eugenia Bielsa, quien solo habla por sus acciones, llevó a la casa del presidente del PJ santafesino, Ricardo Olivera, a representantes de partidos de la centroizquierda: representantes del cuarto espacio, los diputados provinciales Carlos del Frade y Rubén Giustiniani. Evaluaron como buena la charla, pero negaron toda participación en la interna del PJ. Giustiniani dijo: "Una reunión no se le niega a nadie, pero es innegociable ir por afuera".